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Feb 13

Son las arrugas de la cama las que me recuerdan tu ausencia. Ondas
consecutivas que se suceden en esta marea de tela entretejida, en esta
estepa de algodón relavado. El sudor, el sabor, el calor, el tacto, los
cabellos, la saliva, la música, el aire…, todo resuena a ti. Es como
un desierto sin arena o un océano sin sal. Es la compañía del número
uno o la sinfonía de una orquesta compuesta por un solo instrumento.
Una nota, una vibración, un zumbido, un susto, una cosquilla, una
caricia, un beso, un…

Cuando uno baila con uno, todos se hacen amigos, todos se quieren, nadie discute, nadie se altera, nadie sueña, nadie ríe…

Si la sábana fuera mi compañera de baile, le diría que quiero amarla.
Si mi manta fuera mi compañera de cama, le diría que me gusta que me
arrope en invierno. Si las patas del sofá fueran el sostén de mi
cuerpo, les diría que nada como su textura y como su dureza. Si el
techo fuera mi confidente, le diría que no hablara. Si la puerta de mi
casa fuera mi cuerpo, le diría que las llaves tienen dueña. Si las
paredes fueran mis oídos les diría que no aparentaran no escuchar, que
no se hicieran las suecas. Si el agua que baña mis vasos tuviera como
destino tu garganta, le diría que ningún parque acuático es igual. Si
tú estuvieras aquí, mis dedos no estarían ociosos tecleando y bailando
al son de la música. Si tus labios se humedecieran aquí, no te
permitiría hablar, no podrías. Si los naipes se barajaran solos, no
serían tales, y si la lluvia no me mojara, no podría criticarla. Si tú
estuvieras aquí, no te escribiría este esquinero mail.

Cualquiera se puede poner ante el teclado y fabricar. Cualquiera puede
intentar agarrar el boli BIC y trazar líneas con cierto sentido
gramatical. Uno puede con todas sus ganas subirse a la mina del lápiz y
domar su baile para que tu recuerdo quede bien esbozado. Todos podemos
mirarte y, como dice el maestro Sabina, escribir la canción más hermosa
del mundo, o de lo que sea. Suenan los acordes y no olvidan los
tímpanos. Las uñas empujan hacia abajo y consiguen que cualquiera,
oliéndote, estruje los cuadrados negros etiquetados con letras. Te
colocas en el estrado y todos te vemos. Te subes a lo alto de la
escalera y te podemos calcular, calibrar, pensar, decidir…

Te subo al azul del cielo y te sigo viendo, aun allá lejos, donde
estés, junto al Duero, allende el Ebro, sobre Atocha, bajo la Avenida
de América, deslizándote por encima de dos raíles voladores o
recorriendo el viejo camino del tren anaranjado. Me da igual. Todos
pueden hacerlo, pero yo no. Por eso lo sigo intentando. Trato de que el
lazo alcance el cuello del lápiz, atrapando en su abrazo las formas
hexagonales.

Quisiera que esa almohada azul que reposa sobre mis sábanas escuchara
no sólo las pulsaciones sobre este aparato. Quisiera que su sencillo
diseño fuera testigo de tu cuerpo. Quisiera que sus líneas
estereotipadas surcaran no sólo su volumen, sino que esa trama fuera
parte de tu piel. Quisiera…

Quisiera que mi cama fueras tú.

Carlos, Madrid, 13 de febrero, de madrugada, un día en el que mi compañía es el marrón de tus ojos impresionado en mi recuerdo.

Prosa de amor enviada por : Carlos del Rosal